Formulación y evaluación financiera de inversiones en PyMEs

Formular y hacer evaluación de inversiones en una PyME es, en esencia, una disciplina que combina visión de negocio y análisis técnico. Supone determinar con claridad en qué se va a invertir, cuánto costará, cómo se va a financiar y qué retorno se espera obtener. Pero también implica dimensionar los riesgos, entender el contexto económico, contemplar variables fiscales y, sobre todo, alinear la inversión con los objetivos de crecimiento y sostenibilidad de la organización.

Dentro de ese abanico de decisiones, pocas son tan trascendentales como las relacionadas con inversiones. ¿Cuándo conviene ampliar la capacidad instalada? ¿Es el momento adecuado para abrir una nueva sede? ¿Vale la pena incorporar una tecnología más eficiente? Estas preguntas no se responden solo con intuición o experiencia: requieren un análisis riguroso, datos concretos y herramientas financieras que permitan proyectar escenarios y tomar decisiones estratégicas.

El plan de inversiones: punto de partida para el crecimiento

Un plan de inversiones no es simplemente una lista de gastos iniciales, sino una herramienta estratégica que define el rumbo financiero de cualquier proyecto empresarial. Según Leonardo Parada, experto en finanzas y autor del libro Plan de Inversiones, este documento representa el punto de partida para evaluar la viabilidad económica de una iniciativa, ya que permite estimar con precisión los recursos necesarios para llevarla a cabo y, en consecuencia, facilita la planificación del financiamiento y el análisis de rentabilidad.

El primer paso es identificar con claridad todos los recursos que se requieren, desde infraestructura y equipamiento, hasta software, diseño de marca o capital humano especializado. Luego, es necesario cuantificar cada ítem, no solo en función de su valor de mercado, sino considerando también los costos asociados, como transporte, instalación, seguros y puesta en marcha. Por último, se debe justificar cada inversión, es decir, explicar cómo cada recurso contribuye a alcanzar los objetivos del negocio y cómo se integra al modelo operativo.

Esto se puede observar en un ejemplo: una PyME metalúrgica quiere incorporar una nueva línea de producción para ampliar su cartera de productos. Para esto, necesita adquirir maquinaria especializada, adecuar una nave industrial, contratar técnicos capacitados, invertir en sistemas de automatización y, además, desarrollar campañas de comunicación para posicionar la nueva línea. Cada uno de estos ítems debe ser evaluado en detalle: ¿Cuánto cuesta? ¿En qué plazo se debe realizar el desembolso? ¿Cuál será su impacto en la productividad o los ingresos? ¿Qué fuente de financiamiento se utilizará?

Si se omite alguno de estos elementos o se subestima su valor, el plan financiero perderá realismo y se correrá el riesgo de una mala planificación de los flujos de caja.

En este sentido, un plan de inversiones bien diseñado permite anticipar necesidades financieras, definir la mejor estructura de capital (propios vs. ajenos), y proyectar con mayor exactitud los retornos esperados. Además, constituye un insumo fundamental para la elaboración del flujo de fondos, la evaluación de escenarios y la presentación del proyecto ante potenciales inversores o entidades de crédito.

Tipos de inversiones

Siguiendo el análisis de Leonardo Parada, Faculty Internacional ADEN, cada tipo de inversión cumple una función específica dentro del modelo de negocio y tiene implicancias directas sobre la rentabilidad, el riesgo y la sostenibilidad del proyecto. Al clasificarlas, se pueden identificar necesidades críticas, anticipar desembolsos, buscar fuentes de financiamiento adecuadas y justificar con mayor solidez cada decisión ante socios, bancos o inversores.

En el libro Plan de Inversiones, publicado por la Escuela de Negocios ADEN, se propone una mirada integral que abarca no solo los activos tangibles —como la maquinaria o las instalaciones—, sino también los elementos intangibles, los gastos operativos iniciales y el capital de trabajo. Esta visión permite evitar errores comunes como subestimar costos no visibles o sobre-invertir en activos que no generan retorno inmediato.

Con esta base, veamos cómo se organizan las principales categorías de inversión que toda PyME debería considerar al diseñar su plan de crecimiento:

Inversión en activos fijos

Se refiere a los bienes físicos necesarios para el funcionamiento de la empresa. Incluye maquinaria, herramientas, instalaciones, mobiliario, equipos informáticos y vehículos. Son inversiones que suelen tener una vida útil prolongada y no se consumen en un solo ciclo productivo.

Por ejemplo, una PyME dedicada a la fabricación de muebles puede requerir sierras industriales, lijadoras, una camioneta para entregas y adecuaciones en su taller. Además del costo de adquisición, se debe considerar el montaje, el transporte y la capacitación necesaria para su correcta utilización.

Inversión en activos intangibles

Comprende aquellos recursos no materiales que aportan valor al negocio, como marcas, patentes, licencias, software, bases de datos o desarrollos tecnológicos. Aunque no sean tangibles, representan ventajas competitivas clave.

Una empresa de tecnología educativa, por ejemplo, podría necesitar registrar su marca, adquirir licencias para plataformas de enseñanza virtual o proteger sus algoritmos mediante derechos de autor. Este tipo de inversión cobra cada vez más relevancia en sectores intensivos en conocimiento e innovación.

Inversión en activos asimilables

Son aquellos gastos que no se traducen en bienes, pero que son necesarios para poner en marcha la empresa o sus operaciones. Aquí se incluyen trámites legales, asesoría contable, habilitaciones, gastos de constitución, certificaciones, entre otros.

En muchos casos, estos desembolsos se subestiman o incluso se ignoran en el plan inicial. Por ejemplo, una PyME gastronómica que planea abrir un local deberá invertir en habilitaciones sanitarias, permisos municipales y la asesoría de un estudio jurídico-contable para cumplir con los requisitos legales.

Inversión en capital de trabajo

Es el dinero destinado a sostener las operaciones cotidianas hasta que el negocio comienza a generar ingresos estables. Incluye salarios, compra de insumos, servicios básicos, alquileres y otros gastos operativos.

Pensemos en una empresa textil que arranca con un pedido importante, pero debe comprar telas, pagar mano de obra y alquilar espacio antes de facturar. Si no cuenta con suficiente capital de trabajo, podría interrumpir su producción o incumplir pagos clave en sus primeros meses.

Valor del dinero en el tiempo: VAN y TIR

El concepto de valor del dinero en el tiempo es clave cuando se evalúan las decisiones de inversión. Como bien destaca Laura Najar en su libro Finanzas Corporativas, el dinero que tenemos hoy tiene un valor superior al que tendremos en el futuro debido a su capacidad de generar rendimientos a lo largo del tiempo. La experta en operaciones ágiles plantea que esta noción se debe tener en cuenta para tomar decisiones informadas sobre dónde y cómo invertir.

VAN (Valor Actual Neto)

El VAN es una de las métricas más utilizadas en la evaluación financiera de inversiones. Consiste en calcular la diferencia entre el valor presente de los flujos de caja futuros generados por la inversión y el monto inicial invertido. En términos sencillos, el VAN nos dice si el proyecto generará más valor que el costo de la inversión.

Por ejemplo, si una PyME decide invertir en maquinaria por $100,000 y proyecta que esta maquinaria generará $30,000 anuales durante los próximos 5 años, el VAN descontará esos $30,000 a su valor presente y le restará los $100,000 de la inversión inicial. Si el resultado es positivo, significa que la inversión es rentable.

TIR (Tasa Interna de Retorno)

La TIR es la tasa de descuento que hace que el VAN sea igual a cero. En otras palabras, es el rendimiento que una inversión generaría en términos porcentuales. Si la TIR es mayor que el costo del capital (la tasa de interés mínima aceptable para la inversión), el proyecto es viable y genera valor.

Siguiendo el ejemplo anterior de la maquinaria, si la TIR calculada para la inversión es del 12%, y el costo del capital de la empresa es del 10%, entonces la inversión es atractiva y se puede considerar rentable.

Payback

El Payback es una métrica simple que mide el tiempo que tardará una inversión en recuperar su monto inicial. Aunque no tiene en cuenta el valor del dinero en el tiempo, el Payback sigue siendo útil para evaluar la liquidez y el riesgo asociado a un proyecto. Cuanto más corto sea el período de payback, menos riesgo implica la inversión, ya que el dinero invertido se recupera rápidamente.

Siguiendo el ejemplo de la máquina, si la inversión inicial es de $100,000 y se espera que la máquina genere $30,000 al año, el payback sería de aproximadamente 3.33 años. Este dato proporciona una visión clara sobre el tiempo necesario para “cubrir” la inversión inicial, lo cual puede ser un factor clave en las decisiones de los emprendedores.

Para todo profesional que quiera hacer buenos negocios y tomar decisiones inteligentes, resulta fundamental interiorizar y poner en práctica los conceptos y técnicas de evaluación de inversiones que son respaldadas por expertos hoy en día.

Métricas financieras clave para decisiones de inversión

Laura Najar, Faculty Internacional de ADEN, analiza la teoría de Modigliani y Miller. Subraya un concepto esencial en finanzas: en mercados perfectos, la estructura de capital de una empresa no debería influir en su valor. 

Esto implica que, en ausencia de impuestos y costos de quiebra, no importa si una empresa financia sus operaciones con deuda o capital propio, ya que el valor de la empresa permanece igual. Sin embargo, en la práctica, las condiciones del mercado real —como los costos de quiebra, los impuestos y otros factores— hacen que la estructura de capital sea una variable crucial en las decisiones de inversión.

Costo Promedio Ponderado de Capital (WACC)

El WACC (Weighted Average Cost of Capital) es una métrica clave que ayuda a las empresas a calcular el costo promedio de financiarse tanto con deuda como con capital propio. Esta tasa de descuento es crucial al evaluar proyectos de inversión porque representa el rendimiento mínimo que una empresa debe generar para satisfacer a sus financiadores (accionistas y acreedores). Un WACC bajo indica que la empresa puede financiarse de manera eficiente, mientras que un WACC alto puede sugerir una estructura de capital ineficiente.

El WACC se calcula ponderando el costo de la deuda y el costo del capital propio, teniendo en cuenta las proporciones relativas de cada uno en la estructura de capital de la empresa. 

Apalancamiento y escudo fiscal

El uso de deuda en la estructura de capital de una empresa puede proporcionar beneficios importantes, especialmente en términos fiscales. Los intereses de la deuda son deducibles de impuestos, lo que genera un “escudo fiscal” que reduce la carga tributaria de la empresa. Este beneficio puede ser un incentivo para que las empresas utilicen deuda como parte de su financiamiento, ya que reduce el costo efectivo de la deuda.

Sin embargo, el apalancamiento —el uso de deuda para financiar la empresa— también conlleva riesgos. Si una empresa asume demasiada deuda, puede enfrentarse a mayores costos de quiebra en caso de dificultades financieras. Además, la excesiva dependencia de la deuda puede aumentar la volatilidad de los beneficios, ya que los pagos de intereses deben cumplirse independientemente de los ingresos.

Por lo tanto, la clave está en encontrar el nivel óptimo de deuda, aquel que maximiza los beneficios del apalancamiento sin comprometer la estabilidad financiera de la empresa.

Decisiones de financiamiento a largo plazo

Cuando una PyME toma decisiones de financiamiento a largo plazo, no solo debe considerar su estructura de capital actual, sino también varios factores relacionados con su capacidad de endeudamiento y los costos asociados a la financiación. Entre estos factores se incluyen el nivel de deuda existente, las garantías disponibles, las líneas de crédito abiertas, y las tasas de interés vigentes.

El costo de la deuda y la accesibilidad a líneas de crédito afectan directamente la rentabilidad de las inversiones futuras. Una empresa con un alto nivel de deuda o con dificultades para acceder a crédito puede enfrentar mayores costos para financiar nuevos proyectos, lo que influirá en su decisión de inversión.

Análisis riesgo-retorno

El análisis riesgo-retorno es una herramienta clave para evaluar las inversiones. En términos simples, las inversiones más arriesgadas suelen tener un mayor potencial de retorno, pero también un mayor riesgo de pérdida. Este análisis se basa en la relación entre el riesgo de una inversión y el retorno esperado de la misma.

Para una PyME, entender este equilibrio es fundamental para tomar decisiones estratégicas que optimicen el valor de la empresa y maximicen las oportunidades de crecimiento. En este sentido, es importante calcular la rentabilidad esperada de una inversión y compararla con el riesgo que representa. 

En este contexto, se podrían incorporar métricas como:

  1. Índice de Sharpe: Este índice mide el exceso de retorno obtenido por cada unidad de riesgo asumido. Cuanto mayor sea este índice, mejor es la relación riesgo-retorno. Es útil para comparar diferentes inversiones, ya que permite analizar cuál ofrece el mayor retorno ajustado al riesgo.
  2. Desviación estándar: Es una medida del riesgo, ya que muestra cuán dispersos están los rendimientos de una inversión con respecto a su promedio. Inversiones con alta desviación estándar son más volátiles, lo que implica un mayor riesgo.
  3. Ratio de Sortino: Similar al índice de Sharpe, pero en lugar de considerar toda la volatilidad, solo se enfoca en los riesgos a la baja, lo cual es relevante para evaluar las pérdidas potenciales.
  4. Beta (β): En el contexto de inversiones en acciones, Beta mide la sensibilidad de una inversión con respecto a los movimientos del mercado. Una Beta alta indica que la inversión es más volátil que el mercado.
  5. Valor en Riesgo (VaR): Esta métrica mide la cantidad máxima de pérdida que una inversión podría experimentar en un período determinado, dado un nivel de confianza.

Si una PyME tiene una tolerancia baja al riesgo, preferirá inversiones con menor volatilidad, aunque los retornos sean más bajos. En cambio, si la empresa tiene una mayor capacidad para asumir riesgos, puede optar por inversiones con mayor retorno potencial, aunque con más incertidumbre.

Modelos financieros: CAPM y Gordon Shapiro

Ambos modelos permiten analizar el comportamiento de las inversiones en relación con el riesgo, los rendimientos y el valor presente de los activos, siendo cruciales para determinar si una inversión se ajusta a las expectativas y objetivos financieros de una empresa. 

CAPM (Capital Asset Pricing Model)

El CAPM es un modelo que describe la relación entre el riesgo sistemático de un activo y su rendimiento esperado. Se basa en la teoría de que los inversores requieren un retorno adicional por asumir el riesgo sistemático, que no puede ser diversificado a través de la cartera.

La fórmula básica del CAPM es la siguiente: Ri=Rf+βi(Rm​−Rf)

Donde:

  • Ri= Rendimiento esperado del activo iii.
  • Rf= Tasa libre de riesgo (por ejemplo, el rendimiento de los bonos del gobierno).
  • βii = Beta del activo iii, que mide su sensibilidad frente a los movimientos del mercado en general.
  • Rm = Rendimiento esperado del mercado.
  • (Rm−Rf)= Prima de riesgo del mercado, que es el exceso de retorno esperado del mercado sobre la tasa libre de riesgo.

El CAPM es útil para valorar acciones y activos financieros, ya que permite estimar el rendimiento esperado de una inversión en función de su riesgo sistemático, reflejado en la Beta. A través de este modelo, una empresa puede evaluar si el rendimiento esperado de una inversión compensa el riesgo que se está asumiendo. Esto es particularmente valioso cuando se evalúan proyectos de inversión en mercados de capitales.

Modelo de Gordon-Shapiro (Modelo de Crecimiento de Dividendos)

El modelo de Gordon-Shapiro es una fórmula simple para valorar una acción basada en sus dividendos futuros esperados, asumiendo que estos crecerán a una tasa constante. Este modelo es ampliamente utilizado para valorar empresas que pagan dividendos constantes o crecientes a lo largo del tiempo.

La fórmula básica del modelo de Gordon-Shapiro es:

P0​=​D0​(1+g)r – g

Donde:

  • P0= Precio actual de la acción.
  • D0= Dividendo más reciente pagado por la acción.
  • g = Tasa de crecimiento constante de los dividendos.
  • r = Tasa de rendimiento requerida (también conocida como tasa de descuento).

Este modelo es particularmente útil para valorar empresas maduras o en sectores estables que pagan dividendos regulares. Si una empresa tiene una política de dividendos predecible y se espera que estos crezcan a una tasa constante, el modelo de Gordon-Shapiro puede proporcionar una estimación precisa de su valor presente.

Este modelo se utiliza comúnmente en el análisis de empresas que tienen un flujo de caja relativamente estable y donde el pago de dividendos es un componente importante del retorno total para los accionistas.

Políticas de dividendos y estrategias de reinversión

Las políticas de dividendos determinan cómo y cuándo una empresa distribuye sus utilidades entre los accionistas. Estas decisiones se basan en múltiples factores, como la rentabilidad esperada, la disponibilidad de efectivo, el acceso al financiamiento externo y la etapa del ciclo de vida de la empresa.

Según Laura Najar, en su libro Finanzas Corporativas, la política de dividendos debe alinearse con los objetivos estratégicos del negocio y tener en cuenta las oportunidades de inversión disponibles. No se trata solo de repartir utilidades, sino de decidir cuál es el uso más eficiente del excedente financiero.

Estos son los principales tipos de políticas de dividendos:

  • Dividendo constante: Se paga una cantidad fija o estable, independientemente de las ganancias. Transmite estabilidad al inversor, pero puede tensionar las finanzas si la empresa tiene un mal año.
  • Dividendo proporcional a las ganancias: Se paga un porcentaje fijo de las utilidades. Es más flexible, aunque los dividendos pueden variar mucho de un período a otro.
  • Dividendo residual: La empresa paga dividendos solo si no hay mejores oportunidades de inversión interna. Esta política prioriza la reinversión, lo que puede ser ideal para empresas en crecimiento.

La reinversión de utilidades, por su parte, implica destinar parte o la totalidad de las ganancias generadas a financiar nuevos proyectos, ampliar operaciones, adquirir tecnología o fortalecer el capital de trabajo. Esta estrategia es esencial para empresas que buscan crecer sin depender excesivamente de fuentes externas de financiamiento.

Por ejemplo, una pyme agroindustrial que decide reinvertir sus utilidades en un sistema de riego tecnificado no solo incrementa su productividad, sino que también aumenta el valor de la empresa en el largo plazo. Entonces:

  • Acelera el crecimiento orgánico del negocio.
  • Reduce la necesidad de endeudamiento externo.
  • Mejora la competitividad y la eficiencia operativa.
  • Fortalece la estructura financiera frente a imprevistos.

¿Dividendos o reinversión? Cómo decidir

La elección entre pagar dividendos o reinvertir las utilidades dependerá del costo de oportunidad. Si la empresa tiene oportunidades de inversión con un retorno mayor al que esperan sus accionistas, conviene reinvertir. En cambio, si las alternativas de inversión son poco atractivas o muy riesgosas, puede ser mejor distribuir dividendos y permitir que los socios decidan cómo reinvertir ese dinero.

También influye el perfil de los socios: los inversores que buscan ingresos regulares preferirán dividendos, mientras que aquellos interesados en el crecimiento a largo plazo optarán por la reinversión.

Desde ADEN International Business School se aporta conocimiento experto en finanzas corporativas y análisis de inversiones aplicadas al contexto latinoamericano. Su experiencia en el acompañamiento de organizaciones reales y nuestra participación activa en investigaciones y proyectos empresariales les permite contribuir con una mirada profunda, práctica y actualizada sobre los desafíos que enfrentan las PyMEs al momento de invertir.

La toma de decisiones de inversión en una PyME implica mucho más que calcular cifras: requiere visión estratégica, comprensión del entorno, dominio de herramientas financieras y capacidad para gestionar la incertidumbre.

Resumen de preguntas frecuentes

En esta sección final respondemos dudas que suelen surgir después de profundizar en los fundamentos técnicos y estratégicos de la inversión en PyMEs. Son cuestiones más específicas, que combinan contexto real, herramientas complementarias y escenarios menos convencionales.

  1. ¿Cuándo conviene tercerizar un análisis financiero?

    Tercerizar es recomendable cuando la empresa no cuenta con personal calificado, cuando se requiere objetividad o cuando se evalúan proyectos complejos con variables que exceden la experiencia interna. También puede ser útil para validar decisiones ante inversores o bancos.

  2. ¿Cómo afectan los ciclos económicos a la viabilidad de una inversión?

    Los ciclos económicos influyen en las tasas de interés, el consumo, el acceso al crédito y la confianza del mercado. Invertir en una etapa de recesión puede implicar mayores riesgos, pero también menores costos iniciales. La clave está en proyectar distintos escenarios macroeconómicos.

  3. ¿Qué diferencias existen entre una PyME tradicional y una startup?

    Las PyMEs tradicionales suelen tener modelos de negocio estables, ingresos previsibles y activos físicos. En cambio, las startups tienden a operar con incertidumbre, escalar rápidamente y depender de inversión externa. Esto cambia radicalmente los criterios de evaluación de inversiones.

  4. ¿Cómo se evalúan proyectos con alta incertidumbre o sin historial financiero previo?

    Se utilizan enfoques como el análisis de escenarios, simulaciones de Monte Carlo o modelos de opciones reales. Además, se ponderan variables cualitativas (equipo, tecnología, barreras de entrada) y se definen hitos medibles para liberar etapas de inversión.

  5. ¿Qué indicadores no financieros pueden complementar un análisis de inversión?

    La satisfacción del cliente, el índice de rotación de empleados, el posicionamiento de marca o el impacto ambiental pueden ofrecer señales clave sobre el potencial de largo plazo. En sectores como salud, tecnología o impacto social, estos indicadores son cada vez más valorados.

  6. ¿Se puede tener TIR negativa?

    Sí. Una TIR negativa indica que la inversión genera pérdidas en lugar de ganancias, incluso al considerar los flujos de caja. Es una señal clara de que el proyecto no cubre ni siquiera el costo del capital invertido.

  7. ¿El leasing cuenta como inversión?

    Sí, especialmente si es leasing financiero. Aunque no se adquiera el bien de forma inmediata, permite utilizar un activo esencial para la operación y genera obligaciones similares a las de una compra. Debe considerarse en el análisis de rentabilidad y en la estructura de capital.

  8. ¿Qué indicadores alertan sobre una mala inversión?

    Un VAN negativo, una TIR por debajo del costo de capital o un payback superior al horizonte deseado son señales claras. También lo son los márgenes brutos bajos, flujos de caja inestables o la alta dependencia de un solo cliente o proveedor.

Faculty relacionado

Faculty: Leonardo Parada
Leonardo Parada

Experto en Finanzas