Gestión de la Innovación y Desarrollo de Producto

La innovación, cuando se gestiona de forma estratégica, permite anticiparse a las tendencias del mercado y responder con agilidad a los cambios del entorno. Así lo demuestran tanto las grandes corporaciones tecnológicas como las startups que logran escalar rápidamente gracias a una cultura de iteración constante, prototipado rápido y validación temprana. Pero gestionar la innovación no es tarea fácil. Requiere visión, liderazgo, herramientas específicas y, sobre todo, una mentalidad organizacional abierta al aprendizaje continuo.

Tabla de contenidos

Estrategia e innovación en los negocios 

Innovar ya no es una opción reservada a unos pocos visionarios: es el eje central de toda estrategia empresarial que aspire a perdurar.

El especialista en Marketing e Innovación, Gastón Cuaranda, lo expresa con claridad: “la innovación es el arte de transformar ideas en productos y servicios que el mercado valore”. Inicia su libro ¿Qué entendemos por innovación?, publicado por la editorial de la Escuela de Negocios ADEN, definiendo a la innovación como el proceso de transformar ideas, experiencias y conocimientos en productos, servicios, tecnologías o procesos que aportan valor real y pueden ser comercializados o reconocidos como avances significativos.

Desde esta perspectiva, innovar implica un compromiso constante con la mejora, con el aprendizaje y con la búsqueda de nuevas formas de hacer las cosas. En las empresas, permite aumentar la eficiencia, adaptarse a los cambios, mantenerse vigentes y ampliar su ciclo de vida. En la educación, redefine los métodos pedagógicos y los conecta con los desafíos del presente. Incluso en la producción, la innovación puede marcar la diferencia entre una operación estancada y una capaz de competir a nivel global.

Cuaranda, Faculty Internacional ADEN, advierte que el verdadero desafío no es lanzar una idea al mercado, sino mantenerse en él. Para lograrlo, las organizaciones deben construir una cultura abierta al cambio, dispuesta a cuestionar sus propios modelos y a explorar nuevos territorios. Esa cultura es la que permite tanto la innovación incremental, basada en mejoras continuas, como la innovación disruptiva, que transforma radicalmente las reglas del juego.

Open Innovation & Open Business: colaboración como motor del cambio

La lógica de “hacer todo puertas adentro” ya no responde a los tiempos actuales. Las empresas que realmente quieren innovar deben estar dispuestas a abrir sus fronteras y mirar más allá de sus propias estructuras. Aquí es donde entra en juego el concepto de Innovación Abierta (Open Innovation), que propone una transformación profunda en la manera de pensar los negocios: colaborar en lugar de competir, compartir en lugar de acaparar.

Gastón Cuaranda profundiza en este modelo en su libro, destacando que la apertura al conocimiento externo permite acelerar procesos, reducir costos, detectar oportunidades emergentes y, sobre todo, aprovechar el talento que existe fuera de los límites formales de la organización. Alianzas estratégicas con startups, vínculos con universidades, participación en plataformas de co-creación o iniciativas de crowdsourcing son solo algunas formas de implementar esta filosofía.

Este enfoque da origen a una nueva forma de entender el negocio en su totalidad: el Open Business. No se trata solo de innovar en productos o procesos, sino de rediseñar modelos de negocio basados en la colaboración, la transparencia y el intercambio constante de valor. Las empresas que adoptan esta lógica suelen ser más ágiles, más adaptables y mucho más receptivas al cambio.

Creatividad y pensamiento de diseño

Innovar no es cuestión de inspiración repentina ni de talento reservado a unos pocos. Es, sobre todo, un proceso que puede aprenderse, entrenarse y sistematizarse. Gastón Cuaranda lo deja claro en el capítulo 4 de su libro: cada empresa debe identificar qué herramientas metodológicas se ajustan mejor a su cultura, contexto y objetivos.

Técnicas de ideación y pensamiento divergente

La fase de ideación es uno de los momentos más energizantes del proceso de innovación. Es el instante donde se suspenden los juicios, se privilegia la cantidad sobre la calidad y se estimula el pensamiento divergente: aquel que no busca una única solución correcta, sino múltiples caminos posibles.

Cuaranda destaca que fomentar esta etapa requiere crear un entorno seguro, donde los equipos se sientan libres para proponer sin miedo a equivocarse. Algunas de las técnicas más eficaces incluyen:

  • Brainstorming clásico, con reglas claras como evitar críticas, construir sobre las ideas de otros y apuntar a la mayor cantidad posible de propuestas.
  • SCAMPER, una herramienta que guía la creatividad a partir de preguntas como: ¿qué pasaría si lo Sustituyo? ¿Y si lo Combino? ¿Lo Adapto? ¿Lo Modifico?
  • Mapas mentales, para visualizar conexiones entre conceptos y generar asociaciones inesperadas.
  • Analogías y metáforas, que permiten pensar desde otras disciplinas o referentes ajenos al problema.

El objetivo de esta etapa no es evaluar, sino explorar. Como señala el autor, “cuanto más amplia es la mirada inicial, más robustas serán las soluciones que emerjan después en la etapa de convergencia”.

Design Thinking: empatía al servicio de la innovación

Es una de las metodologías más potentes y propone un enfoque centrado en las personas y en la empatía como punto de partida para resolver problemas complejos. Este modelo combina la observación profunda, la ideación creativa, el prototipado ágil y la validación con usuarios reales, lo que permite iterar rápidamente hasta dar con soluciones relevantes y funcionales.

Lejos de ser una moda, el Design Thinking se consolida como una herramienta adaptable, intuitiva y colaborativa, ideal para contextos donde la innovación requiere comprender necesidades reales y anticiparse al cambio.

Océanos azules: crear nuevos mercados

La Estrategia de Océanos Azules invita a dejar de competir en mercados saturados (los llamados “océanos rojos”) para diseñar espacios de valor completamente nuevos, donde la competencia sea irrelevante. El foco está en la innovación de valor: propuestas tan diferenciadas que no solo capturan nuevos segmentos, sino que amplían el mercado total.

Cuaranda advierte que este enfoque no es estático. Los océanos azules pueden volverse rojos si no se reinventan constantemente. Por eso, el rediseño continuo de la propuesta de valor es clave para sostener el crecimiento y seguir generando impacto.

Pensamiento Sistemático Inventivo: innovar desde las restricciones

Otro enfoque interesante que Cuaranda desarrolla es el del Pensamiento Sistemático Inventivo (SIT). A diferencia de los océanos azules, esta metodología promueve la innovación dentro de los límites actuales, usando restricciones y recursos existentes como estímulos creativos.

El SIT se basa en patrones estructurados de pensamiento, como la sustracción, la multiplicación o la división funcional, que ayudan a identificar mejoras posibles dentro del “mundo cerrado” de una organización. Es especialmente útil para optimizar productos, procesos y servicios sin necesidad de romper con todo lo establecido.

Procesos y herramientas para innovar

Innovar no es un acto espontáneo ni aislado. Para que una organización logre innovaciones sostenibles y relevantes, necesita contar con procesos claros, herramientas eficaces y una metodología adaptable que guíe la transformación de ideas en soluciones valiosas.

1. Descubrir oportunidades: antes de crear, hay que observar

Todo proceso de innovación sólido comienza con una fase de descubrimiento. No se trata de imaginar productos al azar, sino de comprender profundamente los problemas, deseos y aspiraciones de las personas. Observar con atención, conversar sin prejuicios, hacer preguntas incómodas y poner en tela de juicio las “verdades” asumidas: todo esto forma parte de la mirada innovadora.

Herramientas como la etnografía contextual, el Customer Journey Map o las entrevistas en profundidad ayudan a identificar puntos de fricción en la experiencia de los usuarios, vacíos en la oferta actual del mercado o ineficiencias en los procesos existentes. 

La innovación comienza ahí donde otros no miran, o donde ya dejaron de mirar.

2. Ideación y enfoque: convertir insights en ideas viables

Una vez detectadas las oportunidades, es momento de pensar sin límites. En esta etapa, el pensamiento divergente es protagonista: se exploran posibilidades, se desafían las lógicas establecidas, se combinan elementos disímiles y se aceptan ideas locas sin juicio previo. La cantidad y variedad de ideas es más importante que su aparente calidad inicial.

Técnicas como SCAMPER, mapas mentales, brainstorming guiado o incluso juegos de roles permiten ampliar el campo creativo. Pero para que el proceso avance, es necesario luego filtrar, priorizar y enfocar. Se pasa así al pensamiento convergente, donde se seleccionan ideas que cumplen con tres criterios esenciales: deseabilidad (¿lo necesita el usuario?), viabilidad (¿lo podemos hacer?) y factibilidad (¿conviene hacerlo ahora?).

3. Prototipado rápido

Uno de los principios más poderosos del proceso de innovación contemporáneo es que las ideas no se validan en una sala de reuniones, sino en contacto con el mundo real. Por eso, una vez seleccionada una propuesta, se pasa rápidamente a la acción. No se espera a tener todo listo: se crea un prototipo rápido, una versión simplificada de la solución que permita simular la experiencia y recibir retroalimentación directa.

Un prototipo puede ser una maqueta, un sketch, una simulación digital, un video o incluso un rol play con usuarios. Lo importante no es su nivel de detalle, sino su capacidad de representar la propuesta y provocar una reacción auténtica en quien lo prueba.

4. Mínimo Producto Viable (MPV): lanzar con propósito, no con perfección

Luego del prototipado, llega el momento de lanzar una primera versión funcional: el Mínimo Producto Viable (MPV). Esta herramienta, tomada del enfoque Lean Startup, consiste en crear una versión del producto o servicio con las funcionalidades mínimas necesarias para cumplir su propósito y permitir que el usuario lo utilice en condiciones reales.

¿Por qué hacerlo así? Porque cada día que una solución permanece dentro de la empresa sin interactuar con el mercado, pierde valor y acumula riesgo. El MPV permite verificar si la hipótesis central de valor es válida, sin esperar meses o años a que el producto esté “terminado”. Lo que se aprende en este punto puede evitar fracasos costosos y orientar de forma más inteligente la evolución del proyecto.

5. Iteración en ciclos cortos

Aquí entra en juego uno de los principios clave del proceso de innovación moderno: la iteración continua. En lugar de trabajar en proyectos largos que se evalúan al final, se adoptan ciclos breves de desarrollo —o “sprints”, en la jerga ágil— que permiten avanzar paso a paso, validando cada avance con usuarios reales y aprendiendo en el camino.

Este enfoque se resume en el ciclo “construir – medir – aprender”. Cada vez que se lanza una nueva versión (de una función, de un diseño, de una experiencia), se observan los comportamientos, se recopilan datos y se analizan los resultados. Con esa información, se hacen ajustes y se relanza. Así, el producto o servicio no nace perfecto, sino que se perfecciona con el uso.

6. Digitalización

Desde plataformas de comercio electrónico hasta servicios en la nube, la digitalización permite escalar operaciones con eficiencia y ofrecer productos y servicios personalizados que responden mejor a las necesidades del mercado. Abre la puerta a nuevas oportunidades para innovar en aspectos como:

  • Modelos de negocio: Por ejemplo, la transición de un modelo tradicional basado en ventas únicas hacia suscripciones, servicios bajo demanda o plataformas de economía colaborativa.
  • Experiencia del cliente: Uso de inteligencia artificial para personalizar recomendaciones, chatbots para atención 24/7 y análisis predictivo para anticipar necesidades.
  • Procesos internos: Automatización de tareas repetitivas, integración de sistemas para mejorar la gestión y metodologías ágiles que permiten iterar rápidamente y ajustar estrategias.

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Investigación, desarrollo y viabilidad

Innovar no es solo tener ideas disruptivas ni lanzar prototipos atractivos; también implica transformar esas ideas en soluciones viables, sostenibles y escalables. A esta etapa del proceso de innovación se la suele conocer como I+D+i: Investigación, Desarrollo e Innovación. En ella se validan las posibilidades técnicas, comerciales y económicas de los proyectos, se asignan recursos y se minimizan riesgos, sin perder de vista el objetivo principal: crear valor real y medible.

Una vez que una idea ha superado las primeras fases de ideación y validación inicial, es momento de profundizar. En esta etapa, se pasa de lo conceptual a lo concreto: se estudian tecnologías posibles, se hacen pruebas de laboratorio, se desarrollan primeras versiones funcionales (más allá del MPV) y se empieza a trabajar en aspectos clave como la escalabilidad, la compatibilidad técnica y la integración con procesos existentes.

El proceso de I+D exige capacidad técnica, tiempo y recursos, pero también visión estratégica. No se trata solo de inventar, sino de orientar los esfuerzos hacia lo que tiene verdadero potencial de impacto. Como destaca Cuaranda, la innovación debe ir acompañada de un sentido de propósito y foco, porque no todo lo técnicamente posible tiene sentido estratégico.

Análisis de factibilidad técnica, comercial y financiera

Antes de avanzar con una solución innovadora, es fundamental analizar su viabilidad desde tres ángulos clave:

  • Factibilidad técnica: ¿Contamos con el conocimiento, los equipos, el talento y la infraestructura para llevar adelante esta solución? ¿Qué tan compleja es su implementación?
  • Viabilidad comercial: ¿Existe un mercado real para esta propuesta? ¿Los clientes están dispuestos a pagar por ella? ¿Cómo se diferencia de lo que ya existe?
  • Sostenibilidad financiera: ¿Cuál es el costo total del desarrollo y el lanzamiento? ¿Cuándo esperamos recuperar la inversión? ¿Qué márgenes y escalabilidad proyectamos?

Este análisis no busca frenar la innovación, sino darle bases sólidas para crecer. Una idea brillante puede fracasar si se subestima su costo o se sobreestima la demanda. Evaluar bien en esta etapa permite ajustar a tiempo y priorizar con inteligencia.

Roadmap de innovación y gestión del portafolio

En las empresas competitivas se construye una hoja de ruta que ordena los proyectos según su estado de avance, impacto esperado, recursos necesarios y alineación estratégica. Permite responder preguntas clave como:

  • ¿Qué proyectos están en exploración, validación o escalamiento?
  • ¿Cuáles tienen mayor prioridad y por qué?
  • ¿Qué recursos se asignarán a cada uno y en qué momento?

Junto con el roadmap, es clave implementar una gestión de portafolio de innovación. Se trata de manejar el conjunto de iniciativas como si fueran inversiones: algunas son de bajo riesgo y retorno estable (innovaciones incrementales), otras son apuestas más audaces (disruptivas), y otras aún están en etapa de exploración (futuras oportunidades).

Gestión de riesgos en proyectos innovadores

Este paso no consiste en evitar todo lo incierto, sino en anticipar escenarios, prever contingencias y diseñar mecanismos de aprendizaje frente al error. Entre los principales riesgos a considerar están:

  • Tecnológicos: que la tecnología elegida no funcione como se esperaba.
  • De mercado: que el cliente no adopte la solución como se preveía.
  • Financieros: que los costos reales excedan el presupuesto o los retornos se retrasen.
  • Operativos: que no se cuente con la estructura para escalar el proyecto.

Para cada riesgo, se pueden diseñar planes de mitigación: fases de prueba, alianzas estratégicas, modelos de licenciamiento, o incluso opciones de salida planificadas.

Gestión de equipos innovadores

El rol del líder en contextos de innovación no es el del “jefe visionario” que lo sabe todo, sino el de un facilitador de talentos diversos. Se necesita un liderazgo empático, horizontal y capaz de crear entornos donde las ideas puedan desarrollarse sin temor.

En línea con lo que plantea Oppenheimer, uno de los desafíos más profundos es modificar la cultura organizacional para elevar la tolerancia al fracaso, algo que aún resulta difícil en muchas culturas occidentales.

Además, atraer y retener talento innovador exige ofrecer más que un buen salario: espacios de autonomía, desafíos intelectuales, propósito social y oportunidades de aprendizaje son hoy factores clave para que los equipos brillen.

Dinámicas colaborativas y trabajo interdisciplinario

La colaboración no es solo una herramienta: es una competencia estratégica en los equipos innovadores. La integración de disciplinas distintas —tecnología, diseño, negocios, ciencias sociales— permite mirar los problemas desde múltiples ángulos y encontrar soluciones inesperadas.

Dinámicas como el co-diseño, los talleres de ideación y los laboratorios de innovación fomentan el trabajo conjunto y la creación colectiva. Estas prácticas no solo estimulan la creatividad, sino que fortalecen la cohesión y la confianza entre los miembros del equipo.

Casos como los de Ruta N en Medellín, los hubs de innovación en Costa Rica, y las políticas de fomento del emprendimiento en México y Chile, demuestran que cuando se promueven las habilidades de colaboración, experimentación y resiliencia, los ecosistemas innovadores florecen.

Incentivos y métricas de desempeño en innovación

Uno de los grandes dilemas de las organizaciones es cómo medir e incentivar la innovación sin matar su esencia. Si se aplica el mismo modelo de evaluación que para procesos rutinarios (eficiencia, cumplimiento, costos), se corre el riesgo de asfixiar la creatividad. En cambio, es más efectivo adoptar un enfoque mixto, donde se combinen métricas cualitativas y cuantitativas, como:

  • Número y calidad de ideas generadas.
  • Proyectos piloto lanzados y lecciones aprendidas.
  • Impacto en el usuario final o en el negocio.
  • Evolución de indicadores de aprendizaje y colaboración.

Según un informe de Deloitte, fomentar el intraemprendimiento interno genera beneficios concretos: impulsa nuevos productos, atrae talento de alto rendimiento, mejora el time-to-market, y fortalece la cultura de innovación. Invertir en estas dinámicas no es un lujo, es una estrategia de crecimiento sostenible.

Medición de la innovación

¿Cómo saber si una empresa está innovando con éxito? La respuesta no puede limitarse a una única métrica, sino que requiere un sistema integral de indicadores de desempeño (KPI) diseñados a medida de cada organización y su estrategia. Los más utilizados suelen agruparse en cuatro dimensiones:

1. Input (recursos dedicados):

  • Porcentaje del presupuesto destinado a proyectos innovadores.
  • Horas invertidas en procesos creativos o de ideación.
  • Número de personas capacitadas en metodologías ágiles o Design Thinking.

2. Output (resultados inmediatos):

  • Número de ideas generadas, seleccionadas y prototipadas.
  • Cantidad de nuevos productos, servicios o mejoras implementadas.
  • Porcentaje de proyectos que avanzan del MVP al lanzamiento comercial.

3. Outcome (impacto en el negocio):

  • Aumento de ingresos por productos innovadores.
  • Margen de beneficio asociado a nuevas líneas de negocio.
  • Reducción de costos o tiempos gracias a procesos más eficientes.

4. Impacto intangible:

  • Mejora en el clima de trabajo y la percepción de autonomía.
  • Nivel de colaboración interdisciplinaria.
  • Evolución del índice de madurez en innovación (Innovation Maturity Index).

El ROI en innovación, por su parte, no siempre es directo ni inmediato. Requiere una mirada estratégica, capaz de combinar métricas económicas tradicionales con indicadores cualitativos como la reputación, la fidelización de clientes o el posicionamiento como marca innovadora.

Evaluación del impacto organizacional

Medir el impacto de la innovación requiere mirar más allá del producto. Entre las variables más importantes para esta evaluación se encuentran:

  • Cultura organizacional: ¿Ha cambiado la actitud hacia el riesgo? ¿Se celebra el aprendizaje del error?
  • Agilidad y adaptabilidad: ¿La empresa responde más rápido a los cambios del entorno?
  • Colaboración y transversalidad: ¿Se han roto silos? ¿Se trabaja más de forma interdisciplinaria?
  • Capacidad de aprendizaje: ¿Los equipos son más autónomos y capaces de iterar con sentido?

Estas transformaciones suelen evaluarse mediante encuestas internas, entrevistas con stakeholders, dinámicas de mapeo organizacional y herramientas como el Radar de Innovación, que permite visualizar fortalezas y áreas de mejora en distintas dimensiones clave.

Benchmarking de innovación

No se trata de copiar modelos, sino de inspirarse en buenas prácticas, entender tendencias y adaptar estrategias. Existen distintos niveles de benchmarking:

  • Competitivo: Analizar qué están haciendo los competidores directos y cómo se posiciona la empresa frente a ellos en términos de innovación.
  • Funcional: Observar prácticas de innovación en empresas que, aunque no sean del mismo rubro, enfrentan desafíos similares (por ejemplo, logística, atención al cliente, digitalización).
  • Inspiracional o transversal: Estudiar casos de empresas globalmente reconocidas por su capacidad innovadora (como Amazon, Tesla, Mercado Libre, etc.) para repensar el propio modelo de negocio.

El benchmarking efectivo en innovación no solo evalúa el “qué” hacen otras empresas, sino también el “cómo” y el “por qué”. 

A lo largo del artículo, vimos que la innovación efectiva requiere mucho más que inspiración: necesita procesos estructurados, habilidades específicas, mentalidades abiertas y una cultura que valore tanto el aprendizaje como el riesgo.

Resumen de preguntas frecuentes 

Innovar puede parecer un desafío complejo y exclusivo para grandes empresas con amplios recursos, pero la realidad es que la innovación está al alcance de todo tipo de organizaciones y personas. Para despejar dudas comunes y facilitar la comprensión de este proceso dinámico y multifacético, se responden dudas habituales.

  1. ¿Cómo puede una pyme implementar innovación sin grandes recursos?

    La clave está en la creatividad estratégica y la experimentación inteligente. No necesitas un gran presupuesto para innovar: conociendo bien a tus clientes y aplicando metodologías ágiles, puedes crear prototipos simples que te permitan aprender rápido y ajustar tu propuesta. Además, colaborar con startups, universidades o redes locales multiplica recursos y conocimientos sin grandes costos.

  2. ¿Qué diferencia hay entre creatividad individual y colectiva?

    La creatividad individual es el chisporroteo interno que enciende una idea brillante, pero la creatividad colectiva es la fuerza que la transforma en algo mucho más poderoso y viable. En equipo, las ideas se nutren, se desafían y se combinan para dar lugar a soluciones que una sola mente difícilmente podría concebir. La innovación verdadera se construye en la diversidad, el diálogo abierto y la sinergia entre diferentes talentos.

  3. ¿La innovación siempre implica riesgo financiero?

    Si bien toda innovación conlleva un grado de incertidumbre, el riesgo no es sinónimo de peligro inevitable. Con un enfoque inteligente, como desarrollar un Mínimo Producto Viable para testear hipótesis en etapas tempranas, se puede minimizar el impacto financiero y aprender rápidamente qué funciona y qué no. Además, muchas innovaciones incrementales representan inversiones controladas que generan retornos consistentes y seguros.

  4. ¿Cómo detectar oportunidades de innovación en el mercado?

    La innovación nace de observar con atención lo que otros no ven: las necesidades invisibles, los dolores no resueltos, y los deseos aún no expresados de los usuarios. Combinar ese conocimiento con un análisis de tendencias tecnológicas y sociales te abre la puerta a descubrir nichos inexplorados. Herramientas como el Design Thinking te ayudan a conectar emocionalmente con el cliente, revelando oportunidades que están esperando a ser transformadas en valor.

  5. ¿Es posible innovar en industrias altamente reguladas?

    Por supuesto. Aunque las regulaciones ponen límites, también abren espacios para innovar en procesos, modelos de negocio y experiencias de cliente que cumplan con las normas pero marquen la diferencia. En realidad, las industrias reguladas ofrecen un terreno fértil para la innovación incremental y la mejora continua, con la ventaja de que las barreras suelen impulsar la creatividad para buscar soluciones seguras y eficientes.

  6. ¿Qué habilidades debe tener un líder de innovación?

    Un líder innovador es un puente entre la visión audaz y la ejecución práctica. Debe tener mente abierta, resiliencia para afrontar fracasos sin perder el impulso, y habilidades para inspirar y movilizar equipos diversos. Además, debe saber gestionar la incertidumbre, fomentar una cultura de aprendizaje continuo y crear un ambiente donde la experimentación sea bienvenida.

  7. ¿Qué ejemplos de buena gestión de la innovación hay en América Latina?

    América Latina está vibrando con ejemplos que inspiran: Ruta N en Medellín ha demostrado cómo articular talento, capital y tecnología para generar un ecosistema de innovación robusto y sostenible. En países como Chile y Costa Rica, programas de apoyo al emprendimiento y la innovación abierta están impulsando nuevas industrias y proyectos con impacto social y económico.

  8. ¿Por qué muchas innovaciones no llegan a comercializarse?

    Porque no logran conectar con una necesidad real o porque no se gestionan adecuadamente los recursos y el cambio cultural necesario. Muchas veces, la falta de validación temprana, la resistencia interna al cambio o una estrategia comercial débil frenan el potencial de grandes ideas. El éxito requiere combinar creatividad con disciplina, empatía con análisis y, sobre todo, una ejecución constante y centrada en el usuario.

Faculty Internacional

Faculty: Gastón Cuaranda
Gastón Cuaranda

Experto en Marketing e Innovación