¿Qué innovaciones redefinen el arte en la globalización?

Desde un mural que denuncia la violencia de género en las calles de Ciudad de México, hasta una instalación biotecnológica en una bienal europea creada por un artista brasileño, el Arte y globalización ya no puede comprenderse sin considerar las dinámicas del mercado, las redes digitales, los conflictos ecológicos o las migraciones masivas. 

El artista contemporáneo se convierte, entonces, en un agente activo dentro de una compleja red de intercambios culturales, capaz de cuestionar narrativas oficiales, redefinir estéticas y proponer nuevas formas de sensibilidad.

ADEN International Business School es un referente en la formación de profesionales capaces de entender y abordar estas complejas cuestiones. A través de la palabra de especialistas se abordará el estado actual de las obras en la región y sus instituciones culturales.

La identidad del arte latinoamericano

Desde el siglo XIX, el arte latinoamericano ha transitado una búsqueda constante de afirmación, en un territorio marcado por contrastes entre lo propio y lo heredado, lo ancestral y lo moderno, lo popular y lo académico. Esta tensión fundacional atraviesa todas sus manifestaciones, dando lugar a una identidad artística compleja, híbrida, en permanente redefinición.

Como observa la Doctora e investigadora Ana Martha Hernández Castillo, el arte en América Latina no se desarrolló en el vacío, sino bajo la fuerte influencia de modelos europeos que impusieron esquemas estéticos, técnicas y jerarquías culturales a través de academias de arte y museos. Estas instituciones, inspiradas en los cánones franceses e italianos, fueron fundamentales para formar generaciones de artistas, pero también contribuyeron a consolidar una visión elitista y eurocéntrica del arte. 

Hernández Castillo, Faculty Internacional ADEN, sostiene en su libro Géneros artísticos y movimientos europeos en una nueva cultura visual que esta paradoja fundacional marcó la evolución del arte latinoamericano. Mientras las élites culturales intentaban institucionalizar un arte “civilizado” y alineado con los cánones europeos, los artistas comenzaban a mirar hacia lo local, hacia lo indígena, lo mestizo, lo popular. 

El “despertar de una conciencia latinoamericana”

En su libro La modernidad entre la tradición y la vanguardia, Ana Martha Hernández Castillo analiza cómo la identidad artística latinoamericana en los años veinte comenzó a afirmarse a través de una reinterpretación creativa de modelos europeos. Es en esta etapa donde se afianza el deseo de forjar una identidad común en la región, aunque todavía fragmentada por historias nacionales diversas.

Uno de los movimientos que mejor ilustra este proceso es el costumbrismo, que si bien tuvo origen en Europa, adquirió en América Latina un carácter distintivo. Este estilo se centró en la representación de tipos sociales y escenas cotidianas, con un fuerte componente visual que ayudó a configurar las imágenes simbólicas de cada nación. 

Así, la “china poblana” en México, los “gauchos” en Argentina o los “bandeirantes” en Brasil no solo eran personajes pintorescos, sino figuras que condensaban aspiraciones identitarias posindependentistas.

Hernández Castillo subraya que, aunque existían similitudes formales entre los países, cada uno transitó este camino de forma aislada. En ese momento, aún no existía una conciencia regional compartida. Los artistas buscaban definir lo “nacional” más que lo “latinoamericano”. Sin embargo, las coincidencias temporales en los procesos independentistas y la influencia de los ideales ilustrados —como la libertad, la igualdad y la fraternidad— crearon un terreno fértil para el surgimiento de una visión regional más amplia.

Es aquí donde el pensamiento de Mariano Picón Salas cobra relevancia. Este intelectual venezolano propuso la necesidad de una “conciencia ideológica común y solidaria” que trascendiera las fronteras nacionales y uniera a los países de América Latina en un proyecto cultural compartido. 

El lugar del surrealismo

Como analiza Castillo en otro de sus libros titulado La nueva vertiente surrealista. La abstracción concreta, —a diferencia del surrealismo europeo fuertemente ligado a los postulados de André Breton y al psicoanálisis freudiano— el surrealismo latinoamericano fue una síntesis entre lo onírico y lo mágico, lo ancestral y lo moderno, lo político y lo simbólico.

Desde mediados del siglo XX, figuras como Frida Kahlo, Remedios Varo y Leonora Carrington (aunque de origen europeo, profundamente ligadas al contexto mexicano), exploran en sus obras una dimensión mística, simbólica, feminista y culturalmente mestiza, que expande los límites del surrealismo tradicional.

A su vez, artistas como Wilfredo Lam en Cuba –con su obra La jungla (1943) como ícono– fusionan el surrealismo con elementos afrocubanos, caribeños y marxistas, inaugurando un surrealismo anticolonial, profundamente crítico de las estructuras de dominación cultural y económica.

Con la llegada de los años 60, el surrealismo deja de ser un estilo central, pero no desaparece: se transforma y se integra en nuevas prácticas artísticas. En muchos casos, sus lenguajes y estrategias sobreviven como herramientas para cuestionar la realidad, tensionarla y reimaginarla.

Los años 60: ruptura, vanguardia y compromiso

La singularidad del arte latinoamericano, entonces, radica en ese vaivén constante entre la tradición y la modernidad, entre la identidad heredada y la identidad reinventada. La Dra. Patricia de la Torre, Faculty Internacional ADEN, lo estudió en su obra Los años 60 como inicio del arte contemporáneo en Latinoamérica. Allí describe que la región no vivió una evolución estética lineal ni gradual, como ocurrió en otras regiones del mundo. Por el contrario, experimentó transformaciones abruptas, muchas veces forzadas por circunstancias políticas, sociales y económicas, que generaron un desfase cronológico con respecto a los ritmos tradicionales de conformación cultural.

Este cambio no fue casual. América Latina vivía tiempos convulsos: dictaduras militares, revoluciones, movimientos de liberación, reformas agrarias, guerrillas y represión. Frente a este escenario, el arte dejó de centrarse en la contemplación estética para asumir una dimensión militante y crítica. Las obras ya no buscaban solo representar la realidad, sino interpelarla, cuestionarla, denunciarla e incluso transformarla.

Esta “marca” de discontinuidad histórica, explica De la Torre, se manifiesta en todas las expresiones simbólicas del continente hasta nuestros días. De allí provienen los constantes debates e interpretaciones sobre la autenticidad del arte latinoamericano, así como su potencial crítico frente a los discursos hegemónicos.

Cada obra es, a su manera, un testimonio del momento político y existencial en que fue creada.

Arte y ciencia en diálogo experimental

En las últimas décadas del siglo XX y lo que va del XXI, el arte latinoamericano y global ha experimentado una intensa convergencia con disciplinas científicas. Esta relación ha dado lugar a prácticas transdisciplinarias que desafían las fronteras entre lo artístico y lo científico, abriendo nuevas preguntas éticas, estéticas y políticas. 

Bioarte

Es una práctica artística que utiliza organismos vivos, células, bacterias, virus o material genético como medio de expresión. Este tipo de arte trasciende los límites de la representación, al involucrar el uso directo de la biotecnología, la manipulación genética y los procesos biológicos. Los artistas del bioarte no solo crean imágenes o esculturas, sino que intervienen directamente en la vida, explorando cuestiones éticas sobre el control de lo natural, el concepto de autoría y las posibles implicaciones futuras de estas tecnologías en la sociedad.

Arte transgénico: el caso de Eduardo Kac

Es una rama dentro del bioarte que explora la creación de seres vivos modificados genéticamente como obras artísticas. Aquí, el artista no solo manipula formas preexistentes, sino que crea organismos vivos mediante técnicas de ingeniería genética. Esta práctica abre una discusión profunda sobre las implicaciones éticas de la manipulación genética y plantea preguntas sobre la autonomía y los límites de la naturaleza.

Uno de los ejemplos más notorios en el arte transgénico es el proyecto de Eduardo Kac, GFP Bunny. En este trabajo, Kac crea una coneja que brilla en la oscuridad debido a un gen fluorescente de medusa que fue insertado en su ADN. Este proyecto no solo es un comentario sobre el arte y la ciencia, sino también una reflexión sobre la intervención humana en el mundo natural, invitando a la audiencia a reflexionar sobre las implicaciones éticas y filosóficas de crear seres vivos modificados genéticamente.

Además de Kac, artistas como Heather Dewey-Hagborg con su proyecto Stranger Visions o María Antonia González Valerio también exploran el arte transgénico, involucrando temas como la identidad genética y las implicaciones éticas de la manipulación biológica.

Corporalidades extremas

El arte que explora corporalidades extremas pone al cuerpo humano en el centro de la obra artística, ya sea modificando su apariencia, ampliando sus capacidades o sometiéndolo a procesos quirúrgicos o tecnológicos. Este tipo de arte se ha desarrollado particularmente a través de las performances y las intervenciones quirúrgicas, en las que el cuerpo es tanto el medio como el mensaje.

Uno de los ejemplos más conocidos es el trabajo de la artista francesa Orlan, quien utiliza su propio cuerpo como objeto artístico a través de una serie de cirugías-plásticas performance. En obras como Omnipresence o Self-Hybridization, Orlan se somete a múltiples cirugías para modificar su rostro, adoptando rasgos de figuras históricas del arte como la Venus de Botticelli o la Gioconda de Da Vinci. Este trabajo no solo cuestiona los ideales de belleza, sino también las construcciones sociales que norman el cuerpo, la identidad y el género.

Por otro lado, Stelarc, un artista australiano, explora la posibilidad de ampliar las capacidades del cuerpo humano mediante tecnologías robóticas. En su proyecto Third Hand, Stelarc se conecta a una prótesis robótica, transformando el cuerpo humano en una extensión de la máquina. Este tipo de arte pone en duda los límites entre lo humano y lo tecnológico, y genera interrogantes sobre el futuro de las corporaciones, la biotecnología y la identidad humana.

En América Latina, el trabajo de artistas como Nelson Leirner y Regina José Galindo también aborda el cuerpo, pero desde una perspectiva política, empleando el cuerpo como medio para denunciar injusticias sociales, violaciones de derechos humanos y violencia de Estado.

Neurociencia aplicada al arte contemporáneo

En las últimas décadas, ha emergido una línea de investigación en la que se fusionan las neurociencias y el arte contemporáneo, explorando cómo la percepción y las emociones afectan nuestra experiencia estética. Este enfoque utiliza tecnologías como la resonancia magnética funcional (fMRI), el electroencefalograma (EEG) y otros dispositivos de seguimiento cerebral para mapear cómo los cerebros de los espectadores reaccionan ante diferentes estímulos visuales y sonoros.

En este campo, el trabajo de Mariano Sardón y Mariano Sigman es emblemático. Juntos, han desarrollado proyectos como Invisibles, que exploran cómo los cerebros de los espectadores responden a estímulos visuales de obras de arte. Usando datos en tiempo real de los encefalogramas de los observadores, convierten esas respuestas cerebrales en elementos artísticos. Esta práctica no solo propone una nueva forma de entender la relación entre arte y espectador, sino que también convierte el cerebro humano en un medio y un tema para la creación artística.

Por otro lado, artistas como Chris Salter o George Gessert han comenzado a aplicar conceptos de la neurociencia en sus obras para investigar cómo los cerebros reaccionan ante ciertos estímulos. En este sentido, el arte se convierte en un medio no solo de reflexión, sino de experimentación científica, y abre nuevas formas de conocer la cognición y el comportamiento humano.

Tecnología y nuevos paradigmas estéticos

La tecnología digital y las nuevas formas de interacción han dado lugar a nuevos paradigmas estéticos que desafían las convenciones visuales, las relaciones espaciales y las concepciones tradicionales del arte. 

Videoinstalaciones neobarrocas

Son una expresión contemporánea del barroco, un estilo que se caracteriza por la exuberancia visual, el drama, la teatralidad y la creación de ambientes sensoriales complejos. Este tipo de arte no solo utiliza las herramientas tecnológicas actuales, sino que también pone en práctica las estrategias visuales del barroco para intensificar la experiencia estética y transmitir emociones.

Una de las artistas que se destaca en este campo es Nicola Constantino, cuya obra explora el cruce entre lo tecnológico y lo simbólico, incorporando elementos del barroco en su uso del video, el sonido y las escenografías interactivas

Las obras de Constantino tienden a ser tecnológicamente complejas, pero su enfoque no se limita solo a la técnica, sino que reflejan una reflexión sobre la identidad, el cuerpo y las emociones humanas. Su propuesta de videoinstalación neobarroca se caracteriza por un uso teatral de la luz y el sonido, llevando al espectador a una experiencia casi sensorialmente abrumadora. 

A través de la superposición de imágenes digitales, el video y las interacciones en tiempo real, Constantino crea espacios en los que los espectadores son parte activa de la obra, lo que les permite tener una experiencia personal y envolvente. En este sentido, el neobarroco se transforma, en el arte contemporáneo, en una estrategia para explorar el exceso, lo emotivo y la fragmentación de la realidad, de manera compleja y multi-sensorial.

Era posthumana y desmaterialización

La era posthumana hace referencia a un concepto que cuestiona los límites tradicionales entre lo humano, lo biológico y lo tecnológico. En este contexto, hay artistas que exploran el concepto de desmaterialización del cuerpo y la transformación de la experiencia humana en una era marcada por los avances tecnológicos y la cibernética.

Stelarc

Su obra pone al cuerpo en una relación directa con la tecnología, desafiando los límites de lo que entendemos como “humano”. En proyectos como Third Hand y Exoskeleton, Stelarc extiende las capacidades físicas del cuerpo humano mediante prótesis y robots, convirtiéndolo en una máquina ampliada. 

La desmaterialización en sus obras no solo se refiere al cuerpo físico, sino también a la desaparición de la autonomía humana frente a la tecnología, ya que las funciones que antes eran exclusivamente humanas son ahora delegadas a dispositivos robóticos. 

Nina Sellars

Crea instalaciones y performances que implican una cercanía radical entre la tecnología y el cuerpo humano. En proyectos como The Exercise of Power, utiliza dispositivos tecnológicos como sensores y cámaras de video para estudiar las interacciones del cuerpo humano con su entorno y cómo estas interacciones se ven modificadas por las máquinas. 

Mariano Sardón

Utilizando las nuevas tecnologías de procesamiento de datos y los dispositivos electrónicos se propuso generar arte que no se basa en el objeto físico, sino en la experiencia sensorial y perceptual. Su obra investiga la desmaterialización del objeto artístico, enfocándose en la interacción del espectador con las formas digitales y los estímulos tecnológicos. En sus obras, como Tactile Architecture, Sardón utiliza proyecciones, sonidos y objetos interactivos que permiten al espectador convertirse en parte activa de la creación de la obra, modificando el arte en tiempo real. 

Política, identidad e instituciones en el arte global

En la actualidad, el arte se ha convertido en un espacio donde se intersectan no solo estrategias visuales y conceptuales, sino también cuestiones políticas, identitarias e institucionales. La forma en que las obras de arte comunican resistencia, cuestionan estructuras de poder y participan en el debate sobre identidad y justicia social revela su capacidad transformadora.

Categorías clave en el arte contemporáneo latinoamericano

En su libro Arte Latinoamericano en la escena internacional, Patricia de la Torre, experta en Arte, propone un análisis del arte contemporáneo en América Latina a partir de tres categorías fundamentales: imaginario social, artivismo y representaciones. Estas categorías permiten comprender cómo el arte de la región se inserta en un campo profundamente político, identitario y simbólico, en el que se disputan sentidos y memorias.

Imaginario social: una construcción compartida

El concepto de imaginario social, tal como lo define Cornelius Castoriadis, refiere al conjunto de significados, normas, instituciones y símbolos que comparte una sociedad en un tiempo histórico determinado. Aunque se trata de construcciones imaginadas, estas tienen efectos reales sobre la forma en que los sujetos perciben el mundo, actúan y se organizan colectivamente. En el arte latinoamericano, los imaginarios sociales aparecen como paisajes simbólicos en tensión, atravesados por conflictos de clase, etnia, género, religión y territorio.

A partir de esta noción, De la Torre analiza cómo los artistas de la región reconstruyen o tensionan los imaginarios heredados del colonialismo, de las dictaduras, del mestizaje forzado o de las narrativas nacionales homogéneas. Obras que apelan a la memoria colectiva, a los relatos populares o a las tradiciones indígenas y afrodescendientes reconfiguran lo imaginario desde una perspectiva situada, muchas veces contrahegemónica.

Artivismo: arte con postura política

El artivismo –término que fusiona “arte” y “activismo”– es otra categoría que De la Torre considera central para interpretar las prácticas contemporáneas en América Latina. Esta forma de producción artística no se limita a representar realidades sociales, sino que interviene directamente en ellas, adoptando posturas críticas frente al poder, la desigualdad y las injusticias estructurales. 

El artivismo puede tomar múltiples formas: desde la performance callejera hasta la ocupación simbólica del espacio público, desde el uso de redes sociales hasta intervenciones urbanas efímeras. Artistas como Tania Bruguera, Regina José Galindo o el colectivo Mujeres Creando han desarrollado proyectos en los que el cuerpo, la palabra o la imagen se vuelven herramientas de denuncia, resistencia y movilización social. En el contexto latinoamericano, el artivismo cobra especial relevancia por su vínculo con las luchas feministas, indígenas, LGBTQ+, ambientalistas y por la memoria de los desaparecidos. Es un arte que rompe los límites del museo y se instala en la vida cotidiana como herramienta transformadora.

Representaciones: leer desde las diferencias

La categoría de representaciones que propone De la Torre se nutre de la noción elaborada por el historiador Roger Chartier. En lugar de proyectar nuestras propias lógicas sobre las culturas ajenas, Chartier sugiere que nos enfoquemos en las representaciones colectivas que esas culturas elaboran de sí mismas y del mundo. En el arte contemporáneo latinoamericano, esto implica una mirada que reconozca las especificidades de los modos de representar, sin forzar su traducción a categorías universales o eurocéntricas.

No son meras copias de lo real, sino construcciones simbólicas atravesadas por matrices culturales, subjetividades históricas y disputas de sentido.

Arte relacional

El arte relacional se refiere a aquellas prácticas artísticas que se centran en la interacción y la participación del espectador en lugar de la contemplación pasiva de una obra de arte. Este enfoque propone una transformación de la función del espectador, convirtiéndolo en un participante activo en la creación de la obra misma. 

El filósofo y teórico del arte Nicolas Bourriaud fue uno de los principales defensores de este concepto en su libro Esthétique relationnelle, donde plantea que el arte debe generar experiencias colectivas que inviten a la reflexión y la acción social. En este tipo de arte, las obras no solo buscan la reflexión intelectual, sino también la creación de comunidades efímeras que se configuran a través de la interacción de los participantes.

Rirkrit Tiravanija, aunque originario de Tailandia, ha tenido una gran influencia en Latinoamérica, especialmente en Argentina, donde sus intervenciones culinarias y su enfoque de creación de espacios de convivencia y de conversación han sido muy bien recibidos. Tiravanija utiliza el arte como un medio para fomentar la relación entre las personas a través de la acción colectiva, ya sea cocinando juntos o participando en actividades comunes. 

Tania Bruguera, una de las artistas más prominentes en este campo, ha trabajado con proyectos que involucran la participación activa del público, explorando cómo el arte puede intervenir en la política y cambiar las estructuras de poder. En su obra Havana: ¿Tienes un minuto? (2000), Bruguera invitó a los espectadores a involucrarse en una experiencia participativa para reflexionar sobre el papel del individuo dentro de un contexto social y político, poniendo en cuestión las dinámicas de poder del gobierno cubano.

La censura y la manipulación

Durante los extensos períodos de represión, el arte fue una de las formas más efectivas de resistencia, pero también una de las principales víctimas de censura. Los gobiernos autoritarios solían ver al arte como un peligro potencial para sus estructuras de poder, por lo que se imponían fuertes restricciones sobre las expresiones artísticas y culturales.

Un ejemplo es Doris Salcedo, quien, a través de su obra, ha abordado temas de violencia, desplazamiento forzoso y la memoria histórica en Colombia. Su obra Shibboleth (2007), por ejemplo, intervino en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, creando una fractura en el suelo del museo como metáfora de la exclusión y la segregación. Esta obra también toca temas de censura en el sentido de que muchos de los relatos de violencia en Colombia han sido silenciados por las instituciones estatales y la sociedad en general.

Artistas como Alfredo Jaar han utilizado sus obras para confrontar la manipulación de la información y la representación mediática, cuestionando las narrativas dominantes impuestas por los medios de comunicación. En su famosa serie The Silence of Nduwayezu (1997), Jaar trató la violencia en Ruanda, haciendo una crítica directa a la representación de los eventos en los medios occidentales, que minimizaban o manipulaban la magnitud del genocidio.

Jaar utiliza el arte como una herramienta de denuncia contra la forma en que los medios de comunicación construyen las representaciones de la realidad, distorsionando los hechos y deshumanizando a las víctimas de la violencia.

Feminismos y genealogías propias

En el contexto latinoamericano, los feminismos no solo importaron modelos europeos o estadounidenses, sino que construyeron un pensamiento propio, consciente de su ubicación en una región marcada por el mestizaje, el colonialismo y las dictaduras. Tal como explica Patricia de la Torre en Experimentación, Conceptualismos y Nuevos Soportes, el feminismo latinoamericano se diferencia por su intención de articular una genealogía autónoma, desde los márgenes del sistema hegemónico global. 

Durante los años 70, en México, artistas como Magali Lara, Mónica Mayer, Maris Bustamante y Lourdes Grobet abrieron nuevos caminos al incorporar temáticas de género, sexualidad y poder en el arte visual. Mónica Mayer, por ejemplo, desarrolló obras pioneras como El Tendedero (1978), donde invitaba a mujeres a escribir experiencias de acoso sexual en papeles colgados de un hilo. Esta obra colectiva, íntima y política, tensiona las fronteras entre lo privado y lo público, y establece una práctica artística feminista basada en la participación.

Asimismo, Maris Bustamante, desde el colectivo Polvo de Gallina Negra, llevó adelante performances que desafiaban los estereotipos femeninos en los medios y en la vida cotidiana. Su intervención ¡Madres! ironizaba sobre el lugar asignado a la mujer como madre-sacrificada, exponiendo los mecanismos del control simbólico y cultural sobre los cuerpos feminizados.

Teorías queer: cuerpos, deseo y disidencia

A partir de los años 90, las propuestas queer latinoamericanas se alejaron del modelo blanco, urbano y anglosajón, para abrazar experiencias corporales y afectivas vinculadas a las realidades locales: la travestidad, la marginalidad, el VIH/sida, la exclusión social, el racismo, y la violencia estatal.

En países como Argentina, Brasil o Chile, numerosos artistas comenzaron a trabajar desde la performance, el videoarte y el cuerpo como campo de batalla para la construcción identitaria. Figuras como José León Cerrillo, Eduardo Navarro, Jorge Bordello y Zanele Muholi han explorado temas como la mutabilidad del género, la apropiación de los signos culturales, y la visibilidad de comunidades queer racializadas y empobrecidas. 

La estética queer en el arte latinoamericano se manifiesta en la exageración, la performatividad, la ironía, y el desmontaje de los sistemas binarios.

Pensamientos poscoloniales y descolonización de la mirada

Las teorías poscoloniales también han influido de forma profunda en el arte contemporáneo del continente. Como menciona De la Torre, estos enfoques emergen en diálogo con otras corrientes intelectuales como la teología de la liberación o la sociología de la dependencia, que denunciaban la persistencia de estructuras coloniales en la cultura, la economía y el conocimiento.

Filósofos como Augusto Salazar Bondy, Enrique Dussel, Arturo Roig y Aníbal Quijano impulsaron la idea de una filosofía de la liberación, que diera cuenta de las realidades latinoamericanas desde su propia historia y condición subalterna. Esta filosofía influyó directamente en artistas e intelectuales que comenzaron a cuestionar la lógica eurocéntrica en la historiografía del arte, los cánones académicos y la relación entre centro y periferia.

En el arte visual, esta crítica se traduce en una descolonización de la mirada, una recuperación de estéticas indígenas, afrodescendientes y populares, y una denuncia explícita a las formas de violencia simbólica y material impuestas por el colonialismo y el neocolonialismo. Obras que cuestionan los museos como instituciones coloniales, el exotismo como mecanismo de representación, o la historia oficial como relato monolítico, son ejemplos del impacto del pensamiento poscolonial.

La historiadora Hernández Castillo lo expresa con claridad en su libro: el arte latinoamericano posterior a la colonización está marcado por la lucha por recuperar la agencia cultural, combatir la hegemonía occidental y desmontar las representaciones impuestas por las élites y los poderes coloniales. Así, el arte se convierte en una práctica crítica y liberadora.

Ferias y bienales internacionales

Desde fines del siglo XX, las ferias y bienales internacionales se han consolidado como plataformas clave de visibilidad, circulación y legitimación en el arte contemporáneo. América Latina no solo ha sido sede de eventos de gran envergadura, sino que también ha ganado terreno como protagonista en los principales circuitos artísticos del mundo. 

La Bienal de São Paulo (fundada en 1951) es uno de los eventos más antiguos y prestigiosos fuera de Europa, y ha sido esencial para posicionar el arte latinoamericano en el panorama internacional. Desde sus primeras ediciones, esta bienal promovió diálogos entre el arte local y las corrientes vanguardistas europeas y norteamericanas, pero con el paso del tiempo también se convirtió en un espacio de crítica política, sobre todo durante las dictaduras de la región. Otras bienales relevantes son la Bienal de La Habana, la Bienal del Mercosur, y la Bienal de Curitiba, que han privilegiado la inclusión de artistas del sur global y discursos críticos sobre globalización, colonialismo y desigualdad.

En paralelo, las ferias comerciales como ARTBO (Bogotá), arteBA (Buenos Aires) o Zona Maco (Ciudad de México) han contribuido a fortalecer el mercado regional del arte. Estas ferias permiten la visibilidad de galerías emergentes, artistas contemporáneos y curadores independientes, funcionando como plataformas de networking y posicionamiento profesional. También son espacios donde se consolidan tendencias, se promueven coleccionismos públicos y privados, y se generan nuevas relaciones entre arte, capital e institucionalidad.

La participación de artistas latinoamericanos en eventos como la Bienal de Venecia, Documenta de Kassel o la feria Art Basel refleja una creciente valorización del pensamiento y la estética del sur, aunque también ha motivado debates sobre el exotismo, la mercantilización de lo político y las dinámicas de inclusión simbólica bajo lógicas neoliberales.

Mercado artístico y reconocimiento

A partir de los años 2000, el aumento del coleccionismo privado, la profesionalización de las galerías y la consolidación de subastas especializadas han dado lugar a una estructura más estable, aunque aún desigual, en comparación con los centros tradicionales del arte global.

Ciudades como São Paulo, Ciudad de México, Buenos Aires, Bogotá o Lima se han posicionado como polos regionales, con galerías que representan a artistas locales en ferias internacionales y que negocian con coleccionistas, museos y fundaciones extranjeras. En este contexto, el reconocimiento artístico no depende únicamente del valor estético de una obra, sino también de su capacidad de insertarse en un entramado complejo que incluye curadores, instituciones, ferias, críticos, publicaciones y circuitos transnacionales.

No obstante, persisten tensiones entre la institucionalización del arte crítico y la mercantilización del disenso. Muchos artistas y teóricos han cuestionado cómo el mercado puede neutralizar el potencial transformador del arte al convertirlo en objeto de lujo o inversión, sin atender a sus contenidos disruptivos. A pesar de ello, la emergencia de colecciones públicas alternativas, espacios autogestionados y circuitos independientes permite imaginar nuevas formas de valorización, más allá del capital económico.

Para conocer más sobre el funcionamiento de las galerías, los museos, las colecciones y más espacios donde circulan obras de nuestra región, se sugiere seguir la lectura de la nota Gestión del Arte: Circuitos, mercados y curaduría. Una mirada crítica y actual sobre la historia de la administración del arte y sus vaivenes actuales.

Arte global frente a desafíos ecológicos

El activismo medioambiental en el arte contemporáneo adopta formas diversas: desde instalaciones en paisajes naturales hasta intervenciones urbanas o series fotográficas con residuos. Estas obras no solo denuncian el daño ambiental, sino que reconfiguran la relación entre naturaleza, cultura y política, muchas veces desde un enfoque local pero con resonancia global.

Un ejemplo notable es el artista mexicano Alejandro Durán, quien crea obras en playas contaminadas de Sian Ka’an, México, utilizando plásticos recogidos de más de 50 países. Su proyecto Washed Up transforma desechos en instalaciones visuales impactantes que visibilizan la magnitud de la contaminación marina y la crisis del consumo. 

Por su parte, el brasileño Vik Muniz ha trabajado con materiales reciclables en comunidades marginales, como en Lixo Extraordinário, donde colaboró con recolectores de basura del vertedero de Jardim Gramacho para convertir residuos en retratos monumentales. Su arte combina sensibilidad ecológica, crítica social y participación colectiva.

Este tipo de obras propone un cambio en la relación entre arte y territorio, donde el artista se vuelve mediador entre el entorno y la comunidad, generando acciones que educan, conmueven y provocan transformación.

Ecosexualidad queer, performances y visualidades críticas

En paralelo, una línea experimental del arte ecológico contemporáneo incorpora perspectivas queer y performativas, en una clave que busca desnaturalizar las formas dominantes de entender el cuerpo, el deseo y la naturaleza. Aquí emerge la ecosexualidad, un movimiento artístico-político que propone “casarse con la Tierra” como gesto de amor radical, desobediencia y reconfiguración del vínculo humano con el planeta.

Este enfoque ha sido impulsado por las artistas Annie Sprinkle y Beth Stephens, quienes desde los años 2000 realizan performances, rituales y videos que combinan activismo queer, erotismo, pedagogía radical y conciencia ecológica. Su propuesta no se limita a un discurso ambientalista tradicional, sino que plantea una relación sensorial, amorosa y no extractivista con la Tierra, el agua, las montañas y los ecosistemas.

Estas obras exploran nuevas visualidades y narrativas críticas desde una desobediencia a los binarismos (naturaleza/cultura, masculino/femenino, humano/animal) y promueven una estética del cuidado y la interdependencia.

Resumen de preguntas frecuentes

Al final de este recorrido sobre el arte latinoamericano y sus interacciones con la escena global, surgen preguntas clave que ayudan a comprender los retos y oportunidades que enfrenta en la actualidad. A continuación, respondemos algunas de las inquietudes más relevantes, proporcionando perspectivas frescas y reflexivas que amplían la discusión.

  1. ¿Cuál es la diferencia entre arte latinoamericano y arte globalizado?

    El arte latinoamericano, a diferencia del arte globalizado, se sumerge en las particularidades históricas, sociales y culturales de la región. Se nutre de luchas históricas como la colonización, las dictaduras, y las tradiciones indígenas, lo que le otorga una profundidad de contenido y un enfoque crítico. 
    El arte globalizado, por su parte, suele estandarizarse en un lenguaje visual que busca trascender las fronteras nacionales y culturales, muchas veces perdiendo el contexto específico que le da identidad. En lugar de mantener un compromiso con las realidades locales, el arte globalizado responde a una estética más universal que puede ser fácilmente comercializable en todo el mundo.

  2. ¿Cuáles son los riesgos de la mercantilización del arte?

    La mercantilización del arte es una espada de doble filo. Aunque ha permitido que muchos artistas accedan a mercados internacionales, también ha transformado las obras en objetos de especulación financiera. El arte se convierte en una inversión, y las piezas de valor comercial pueden eclipsar la autenticidad y la crítica que el arte propone. 
    Los artistas, en lugar de ser motivados por el deseo de comunicar, pueden sentirse presionados a crear bajo las expectativas del mercado, perdiendo su esencia. Además, el sistema de galerías y coleccionistas crea una brecha entre aquellos que tienen acceso a los recursos para producir arte y aquellos que no.

  3. ¿Cómo afecta el contexto económico global al arte latinoamericano?

    El contexto económico global afecta el arte latinoamericano de manera directa. Por un lado, la globalización ha abierto puertas al mercado internacional, permitiendo que el arte latinoamericano se haga visible a nivel mundial y que los artistas puedan acceder a nuevas audiencias. 
    Sin embargo, el impacto de las crisis económicas y la especulación financiera también tiene efectos negativos. Los recortes en el financiamiento de proyectos culturales y la concentración de poder en ciertas regiones del mundo deja a los artistas latinoamericanos más aislados. 
    A menudo, el arte de la región se ve condicionado por el mercado global, que favorece ciertos estilos y temas sobre otros, limitando la diversidad y la riqueza cultural que caracteriza a América Latina.

  4. ¿Qué debates actuales atraviesan a los museos latinoamericanos?

    Los museos latinoamericanos se encuentran en un cruce de caminos: están bajo la presión de repensar sus estructuras, colecciones y narrativas para ser más inclusivos y reflejar las realidades multiculturales y diversas de la región. El debate sobre la descolonización es central: cómo abordar el legado del colonialismo que aún persiste en la forma en que se exhiben las colecciones y qué historias se cuentan. 
    También están luchando con la idea de que los museos deben ir más allá de la conservación del arte, para ser instituciones vivas que participen activamente en la educación y el compromiso social. Y no podemos olvidar el impacto de la digitalización, ya que los museos se están transformando para adaptarse a un público que busca experiencias inmersivas y accesibles.

  5. ¿Qué competencias necesita un gestor cultural hoy?

    Hoy en día, un gestor cultural no solo debe ser un experto en logística y administración, sino también un visionario capaz de navegar en un entorno cambiante, globalizado y digital. Las competencias clave incluyen habilidades para gestionar plataformas digitales, crear experiencias inmersivas y conectar con audiencias diversas. 
    Es esencial que el gestor cultural tenga un enfoque inclusivo, entendiendo las dinámicas de la cultura popular y la cultura alternativa, además de saber manejar los desafíos éticos y políticos en el arte. La capacidad de integrar el arte y la cultura con el compromiso social es esencial, ya que los gestores hoy deben ir más allá de la mera administración para fomentar el arte como motor de cambio social y reflexión crítica.

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Faculty: Ana Martha Hernández
Ana Martha Hernández

Doctora en Estudios Históricos